La glucosa es nuestra principal fuente de energía. Podemos obtenerla
también de las grasas y las proteínas, pero la glucosa es la que nos la
proporciona más rápidamente. Además, el cerebro no puede utilizar las
grasas o las proteínas como fuente de energía, tan sólo la glucosa. Es
pues necesaria. Pero todo es bueno en su justa medida y en las culturas
del primer mundo se está abusando de ella. La obesidad y la diabetes aumentan en los países industrializados y son comunes los casos de desnutrición incluso entre los obesos (mucha comida pero pocos nutrientes)
El problema es que no vivimos en un medio natural.
La miel, el azúcar, las frutas o los cereales, alimentos todos ellos que en la naturaleza eran difíciles o peligrosos de conseguir, o que sólo se encuentra en determinadas épocas del año, están ahora en nuestros supermercados.
La cultura industrializada nos empuja a consumir un exceso preocupante de glucosa: se da una preferencia alarmante a los alimentos refinados, el azúcar se utiliza como aditivo en una cantidad increíble de productos (dulces y salados) y el ritmo de vida nos empuja a dietas en las que tenemos poco control de los ingredientes utilizados (restaurantes, comidas pre cocinadas, alimentos que compramos hechos, como el pan o la pasta o las salsas…)
Nuestra preferencia por el dulce ya no es una ayuda a la supervivencia sino una amenaza.
Por qué consumimos demasiada glucosa
En los alimentos de sabor dulce, la glucosa suele ser abundante y fácilmente absorbible por nuestro sistema digestivo. En la naturaleza, los alimentos dulces no son demasiado habituales, por eso tenemos mecanismos que nos ayudan a detectar y desear ese sabor dulce: tenemos papilas gustativas especializadas en detectarlo, mecanismos neurológicos que nos indican que eso es bueno (la glucosa produce euforia) y sistemas hormonales que nos empujan a tener más hambre cuando hemos comido una gran cantidad (para aprovechar esa innecesaria fuente fácil de glucosa, que debería ser poco habitual)El problema es que no vivimos en un medio natural.
La miel, el azúcar, las frutas o los cereales, alimentos todos ellos que en la naturaleza eran difíciles o peligrosos de conseguir, o que sólo se encuentra en determinadas épocas del año, están ahora en nuestros supermercados.
La cultura industrializada nos empuja a consumir un exceso preocupante de glucosa: se da una preferencia alarmante a los alimentos refinados, el azúcar se utiliza como aditivo en una cantidad increíble de productos (dulces y salados) y el ritmo de vida nos empuja a dietas en las que tenemos poco control de los ingredientes utilizados (restaurantes, comidas pre cocinadas, alimentos que compramos hechos, como el pan o la pasta o las salsas…)
Nuestra preferencia por el dulce ya no es una ayuda a la supervivencia sino una amenaza.
Por qué es un problema
Evidentemente, la obesidad y la diabetes (dos enfermedades que en la mayoría de los casos se deben en gran parte al abuso de los alimentos ricos en glucosa) son un problema. Pero ¿estás pensando que tú no eres obeso ni diabético y que por lo tanto no es para ti un problema? Pues estás pensando mal.Estas dos enfermedades son sólo el extremos de un
trastorno que puede tener muchos grados y que empieza a pasar factura
mucho antes de que se diagnostiquen. Veamos un ejemplo en el que tal
vez te estas sintiendo reflejado, ya que es aplicable a mucha gente, y que nos
servirá para explicar mejor por qué es un problema.
DONDE ESTÁN?
Cuando hablamos de hidratos de carbono refinados (HC refinados), nos referimos a aquellos alimentos que aportan una importante cantidad de hidratos de carbono que han sido sometidos a un proceso de “purificación” para eliminar la parte más rica en fibra. Son pues lo opuesto a los HC integrales.
A efectos prácticos, los HC refinados que nos encontramos en la alimentación cotidiana se encuentran en tres grandes grupos:
Azúcar blanco (azúcar sin la melaza): A parte del azúcar de mesa que podamos utilizar, éste se añade a infinidad de productos alimentarios procesados (dulces o salados, fíjate en los ingredientes).
Cereales refinados (cereales sin la cáscara): Tal vez la mayoría de gente no consume una gran cantidad de cereal en sí (básicamente en el desayuno o en forma de arroz) pero piensa que a partir de éstos se hacen las harinas y éstas son un ingrediente muy habitual en la alimentación diaria (pan, pastas, rebozados, repostería )
DONDE ESTÁN?
Cuando hablamos de hidratos de carbono refinados (HC refinados), nos referimos a aquellos alimentos que aportan una importante cantidad de hidratos de carbono que han sido sometidos a un proceso de “purificación” para eliminar la parte más rica en fibra. Son pues lo opuesto a los HC integrales.
A efectos prácticos, los HC refinados que nos encontramos en la alimentación cotidiana se encuentran en tres grandes grupos:
Azúcar blanco (azúcar sin la melaza): A parte del azúcar de mesa que podamos utilizar, éste se añade a infinidad de productos alimentarios procesados (dulces o salados, fíjate en los ingredientes).
Cereales refinados (cereales sin la cáscara): Tal vez la mayoría de gente no consume una gran cantidad de cereal en sí (básicamente en el desayuno o en forma de arroz) pero piensa que a partir de éstos se hacen las harinas y éstas son un ingrediente muy habitual en la alimentación diaria (pan, pastas, rebozados, repostería )
Zumos de fruta filtrados (zumo sin la pulpa): aunque no se suele pensar en ellos (el término HC refinado se suele utilizar para los cereales y el azúcar sobre todo) si lo pensamos, los zumos que encontramos en el mercado suelen ser hidratos de carbono refinados, puesto que en la mayoría de casos son filtrados para eliminar la pulpa (que es donde se concentra la fibra de la fruta)
Un par de matices:
La distinción entre refinado e integral se utiliza sólo en aquellos alimentos de los que hay la versión refinada. Por ejemplo, a la verdura o las legumbres no se le saca la fibra, no tienen versiones refinadas, por lo tanto, aunque se le podría aplicar el término, no se dice que sea integral. Esto es importante tenerlo claro, porque sino puede parece que la única forma de consumir fibra es mediante alimentos etiquetados como integrales y eso no es cierto.
El refinamiento es un proceso que se lleva a cabo para eliminar una parte de algo y dejar la máxima cantidad de otra. En el caso de los hidratos de carbono, al refinar se elimina la fibra. Pero en otros contextos refinar querrá decir eliminar otra cosa (como en el caso del aceite)
Distingamos dos conceptos distintos: Cuando hablamos de alimentos “con químicos”, “industrializados” o “procesados” son referimos a que han pasado por un tratamiento a base de productos químicos o físicos que habrán perjudicado más o menos su composición natural (por ejemplo, el azúcar se refina con gas dióxido de azufre, el aceite se refina con ácido fosfórico e hidróxido de sodio), pero no es lo mismo: para refinar un zumo sólo hace falta un colador, podemos hacer
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